– Escrito por Hugh Aprile originalmente en el blog de Coffeelands-
Un agricultor debe conocer su suelo. Es decir, conocerlo de verdad: lo que vive en él (bacteria, hongo, protozoos, etc.); lo que se está descomponiendo en él y cuánto (materia orgánica); el hambre que tiene (de ciertos tipos de nutrientes); si necesita beber o necesita secarse (nivel de humedad); y cómo se siente -acidez (pH bajo), normal (pH neutro) o alcalino (pH alto), entre otras circunstancias. Igual que una persona, el suelo necesita nutrirse. Necesita cuidado, que se ocupen de él, no un remedio tardío. Como escribí en un post previo, la agricultura en los cafetales se ha vuelto dependiente (como en otras partes del mundo) de insumos agrícolas de “talla única” percibidos como soluciones rápidas y ganadoras: ”Use esta cantidad de fertilizante (generalmente químico), use estas variedades de semillas, use estos pesticidas”; ”Repita”.
El problema con este “enfoque de insumos” es que muchos de los pequeños caficultores no entienden por qué lo están usando; sólo que es la manera en que han trabajado sus fincas por años o generaciones. En resumidas cuentas, estos agricultores no conocen las características invisibles de su suelo, así como usted no conoce sus niveles de colesterol sin tomarse una prueba de sangre. Si lo hicieran, probablemente le darían otro trato. Como resultado, podrían reducir los costos de producción y aumentar sus ingresos de finca cosechando más café y de mejor calidad. Al cuidar con mayor precisión y de manera más integral su suelo, no sólo con el ajuste de fertilizantes; estos agricultores también se protegerían del impacto de las epidemias como la roya del café, del cambio climático (periodos notablemente largos de sequía y temperaturas en aumento) y además garantizarían la cantidad y calidad de las fuentes de agua potable río abajo.
Contrastemos con el trabajo que hacen los agricultores en los EE.UU. y otros países prósperos. Toman múltiples muestras de suelo de sus fincas anualmente y mandan a hacer pruebas en laboratorios calificados. Los laboratorios devuelven a los agricultores informes detallados de las condiciones invisibles de su suelo, incluyendo las propiedades químicas del suelo (pH, materia orgánica, macro- y micronutrientes, capacidad de intercambio catiónico, etc.) e información sobre la textura del suelo (arcilla, limo, arena), que es crítica para entender cómo retiene nutrientes y agua. En otras palabras, estos agricultores están usando un “enfoque de conocimiento” y no un “enfoque de insumos” para manejar su suelo.
Esto no quiere decir que estos problemas se hayan solucionado en EE. UU. y otros países. Los agricultores de EE. UU. siguen usando demasiado fertilizante, o fertilizantes con ciertos nutrientes como nitrógeno y fósforo en proporciones demasiado altas relacionadas con las necesidades de los suelos de sus fincas. Como consecuencia, el exceso de nutrientes (que no necesita el suelo ni los puede filtrar) escapa en los cursos de agua y/o se filtra en los acuíferos. ¡Cualquiera que viva cerca del Lago Erie puede dar fe de esto! Sin embargo, existe una clara tendencia entre los países más prósperos a centrarse en el suelo como parte de una agricultura emergente de conservación, revolución recientemente discutida en el New York Times. El corazón de este movimiento es mejorar el conocimiento y el manejo del suelo.
En los cafetales centroamericanos (donde vivo y trabajo), apenas empezamos a abordar este tema. Los caficultores necesitan más conocimientos para poder cuidar bien de sus suelos, pero se requiere dinero. Los costos de las pruebas de laboratorio y de los expertos, que puedan interpretar los resultados y hacer recomendaciones para fincas específicas, no son despreciables. Entonces, la pregunta es ¿quién lo paga? ¿Será que tiene que ser otra parte del cálculo de los costos de producción normal del agricultor? ¿O será que otros actores en la cadena de valor (exportadores, tostadores, consumidores) comparten esta responsabilidad? ¿Y los programas de extensión agrícola del gobierno?
Los lectores de este blog no se sorprenderán cuando decimos que los pequeños caficultores ya están operando con márgenes de ganancias extremamente ajustadas y que, en estos años con la bajada en los precios del café, operan con pérdidas. Por lo tanto, para muchos agricultores este costo adicional puede ser prohibitivo. Al mismo tiempo, todos queremos más café de calidad. Conocer mejor los suelos, a través de pruebas y análisis, es el primer paso para asegurarnos de tenerlo en el futuro.