-Escrito por Paul Hicks originalmente en el blog de Coffeelands-
Hace veinte años, estaba con el Cuerpo de Paz en Honduras trabajando en sistemas de agua y una de las mayores lecciones de esa experiencia fue la convicción de que si una comunidad se puede reunir y construir su propio sistema hídrico, puede lograr casi cualquier cosa. Cuando los habitantes de una comunidad, o un pequeño pueblo, son capaces de organizarse; de excavar varios kilómetros de zanjas e instalar tuberías; cargar cemento, arena; subir cuestas empinadas para construir infraestructuras o – lo más difícil todavía – superar todos los conflictos que estallan en torno a la tierra y los derechos hídricos, así como una gran variedad de dificultades grandes y pequeñas. Entonces, cualquier otra cosa resulta fácil. De hecho, en el pueblo donde yo vivía, después de construir el sistema hídrico, se unieron para reparar el techo de la escuela y el camino.
En ese momento, yo no tenía las palabras para expresarlo, pero ahora entiendo que, cuando se hace de la mejor manera, la construcción de un sistema hídricos logra realmente construir capital social, que algunos colegas inteligentes del Global Water Partnership definen como:
Las relaciones e interacciones que permiten a las personas resolver problemas relacionados con bienes públicos.
Ahora, cuanto más entiendo el agua, más convencido estoy de que la crisis global del agua – la degradación y sobre-explotación de los recursos hídricos –fundamentalmente gira en torno a una carencia de capital social.
En El Salvador, donde vivo actualmente, cuando veo a las mujeres y las niñas, en las tierras cafetaleras, acarreando cántaros de 5 galones de agua en sus cabezas, trepando las cuestas a pie hacia sus hogares; sé que es el resultado de un capital social en bancarrota, más que de tuberías o bombas averiadas.
Hace tiempo, mientras asistía a una reunión en Roma, pude practicar mis carreras matutinas por calles y parques que siempre le parecen increíblemente antiguas a un tipo del Nuevo Mundo. Una mañana, mientras estaba trotando a través de un parque masificado, oculto en el corazón de la ciudad; pasé por una fuente de agua (ver foto). Brotaba agua fresca, vigorizante, y observé a los caminantes y corredores que se detenían a llenar sus botellas. Noté que había algunas de estas fuentes por todo el parque. A medida que avanzaba, vi que las fuentes estaban a unos cientos de metros de las ruínas del acueducto romano. ¡Entonces, me di cuenta que estas fuentes son la extensión del acueducto que construyeron los Romanos hace dos mil años!
De alguna manera, esta experiencia me asombró con el mismo impacto que me provoca la magnificencia de la naturaleza: como una poderosa catarata o una ballena en el mar.
Las raíces de la civilización humana, en cualquier lugar, implican construir suficiente capital social para tener la voluntad y los medios de llevarle agua potable a la gente. El agua es, en realidad, la plataforma donde construimos las relaciones que permiten a las personas resolver problemas, y esto puede ir mucho más allá del agua.