Este es el título de un artículo publicado por la revista Focos en El Salvador (aquí). Con él hace alusión a los datos expuestos en el estudio que ha publicado CRS El Salvador en colaboración con Save the Children y World Vision: Evaluación de seguridad alimentaria y medios de vida. Hoy en este blog presentamos el resumen ejecutivo de este estudio (aquí), las gráficas con los resultados del estudio (aquí) y la infografía que los sintetiza (aquí). La justificación del estudio aparece en la introducción del mismo:
En la Región Oriental de El Salvador hay 73 municipios que están en la franja del Corredor Seco, considerados como el territorio en donde concurren niveles de pobreza, vulnerabilidad y condiciones climáticas más severas en términos de ausencia e irregularidad de las lluvias.
Según la información proporcionada por el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONASAN), las reservas de alimentos eran ya en 2018 limitadas en San Miguel, Morazán y Usulután y se esperaba que se agotaran en 2019. Muchas familias y sus hijos se han visto afectados en su seguridad alimentaria y nutrición, y todavía están tratando de recuperarse de los efectos de la sequía del año pasado. Debido al deterioro de los medios de subsistencia, las pérdidas de cosechas y el aumento de los precios de los productos básicos, las zonas más afectadas se verán afectadas por la inseguridad alimentaria hasta enero de 2020.
Ante esta situación emerge la necesidad de llevar a cabo acciones que ayuden a mejorar la resiliencia de la población salvadoreña y para ello se articulan esfuerzos para profundizar a partir de las opiniones de los habitantes el impacto del fenómeno sequía, que convoca a las organizaciones no gubernamentales a sumar esfuerzos para desarrollar un proyecto en el corredor seco de El Salvador: Oxfam, Save the Children, Catholic Relief Services (CRS) y World Vision. Dentro de esta estrategia de intervención se proponen actualizar las cifras sobre el impacto de la sequía en diferentes áreas.