Jose Cristóbal Escobar Betancourt
Kristin Rosenow
Las coberturas protegen y restauran los suelos, un aporte fundamental dentro de la restauración del paisaje. ¿Pero en el día a día cómo lo veo? ¿De qué me sirven en un período de sequía o, por el contrario, si ha llovido mucho?
Para acercarnos a esas respuestas, queremos mencionar estos seis grandes beneficios de las coberturas del suelo.
- Captura más agua de lluvia. El rastrojo de los cultivos y materiales que caen de los árboles (como hojas y tallos) que cubren el suelo actúan como una capa que protege al suelo del impacto directo de la gota de lluvia, con lo que se evita la dispersión y arrastre de las partículas del suelo. Actúa a la vez como pequeñas presas para detener el agua en el lugar en que cae, lo que facilita que el agua escurra lentamente en las pendientes y se infiltre más. Con ello se reduce la cantidad de agua que corre en su superficie, que llega a formar la escorrentía, y que viaja de una vez a las quebradas y los ríos hacia el mar – a veces inundando las comunidades y caminos que cruza en su camino.
- Almacena más agua para las plantas y mayor recarga de mantos acuíferos. Los aportes continuos al suelo de materia orgánica, la acción de los microorganismos del suelo y las partículas del suelo (arena, limo y arcilla) se agrupan para formar los agregados del suelo y construir una buena estructura. Los suelos con buena estructura tienen una buena porosidad, que es donde se almacena el agua, especialmente los microporos que contiene el agua que aprovechan las plantas. Luego el suelo actúa como una cisterna, que es un reservorio de agua y que captura más o menos agua dependiendo de su porosidad y el contenido de materia orgánica, que tiene la capacidad de retener 20 veces su peso en volumen de agua. De esta forma se almacena más agua en el suelo para ser utilizada por las plantas. Y se almacena por más tiempo ayudando a resistir días secos: es decir, impacta al volver al suelo resiliente ante la sequía. Para el caso de los granos básicos, los suelos manejados con cobertura por más de tres años logran retener mucha más agua, al compararlo con suelos trabajados tradicionalmente. Las mediciones realizadas muestran una retención más del 4% de humedad del suelo, para el caso del cultivo del maíz, lo que representa 160 M3 de agua por hectárea más, y eso es lo que da la resiliencia a la sequía. Es decir, por cada metro cuadrado, hay 16 litros adicionales de agua, que equivalen a 160,000 litros/Ha, adicionales de agua capturada. De igual manera, al tener una buena porosidad, los macroporos tienen la capacidad de desplazar el agua a capas más profundas para alimentar los mantos acuíferos. 1. Medición de humedad El grafico 1, muestra las mediciones de humedad realizadas en parcelas ASA y tradicional durante la sequía del 2018, en las áreas de intervención de proyecto ASA en El Salvador.
- Reduce la temperatura del suelo y evita pérdidas de agua por evaporación. Cuando el suelo está cubierto se calienta menos, lo que beneficia tanto a los microorganismos que son parte de la vida que nutre al suelo con la transformación de la materia orgánica, como reduciendo una de las grandes pérdidas de agua del suelo como es la evaporación. De esta forma, se tiene más agua disponible para las plantas, para transformarla en biomasa vegetativa y productiva (que es la cosecha).De igual manera, los organismos del suelo cuentan con el agua necesaria para vivir, crecer y descomponer la materia orgánica – haciendo disponible más nutrientes para nuestros cultivos. El evitar que el sol caliente el suelo en exceso permite que la temperatura sea más estable y facilite la vida de los organismos del suelo para hacer su trabajo en reciclar nutrientes. Estos crecen y hacen muy bien su trabajo con temperaturas de 25 a 38°C; sin embargo, un suelo sin cobertura puede alcanzar temperaturas hasta de 55°C, lo que dificulta su desarrollo y el trabajo en transformar la materia orgánica.
- Reduce la erosión. La cobertura protege al suelo de la erosión al evitar que la gota de agua impacte directamente en el suelo y provoque la dispersión de sus partículas, que luego son arrastradas por la escorrentía. Evita también el arrastre de las partículas por la misma cobertura que le sirve de pequeñas presas que facilita que el agua se desplace lentamente en la superficie aun en suelos con algún grado de inclinación. Por tal razón, los rastrojos de cosecha son la punta de lanza para lograr suelos protegidos.
- Se aumenta la materia orgánica y mejora el reciclaje y almacenamiento de nutrientes. Los rastrojos de cosecha, los abonos verdes y los árboles (que son parte de los sistemas agroforestales) aportan al suelo un gran volumen de materia orgánica. Solo el maíz y el sorgo en relevo pueden aportar juntos unas 7 t/ha de biomasa, suficiente para proteger un suelo y aportar al suelo los siguientes nutrientes:
62.6 kg/ha de nitrógeno,
18.9 kg/ha de fosforo,
122.8 kg/ha de potasio,
20.2 kg/ha de calcio, y
19.3 kg/ha de magnesio (Vieira, 2002).
De igual manera, los árboles de los sistemas agroforestales protegen y fortalecen el reciclaje de nutrientes al suelo, pues las hojas que caen en su superficie se degradan y aportan nutrientes al suelo que vuelven a tomar nuevamente sus raíces para formar nuevos tejidos. De esta forma, los elementos se reciclan en un círculo virtuoso. Esto es el reciclaje de nutrientes.Si lo que tenemos sembrado son granos básicos, el rastrojo va a aportar sus nutrientes en el suelo, que son aprovechados cuando los cultivos son sembrados nuevamente. Son nutrientes que ya no se compran y que impactan en la productividad y la rentabilidad de los cultivos.
- Restauran los suelos, en una sinergia de varias prácticas. Un suelo bien restaurado está más oscuro gracias a la materia orgánica, pero la restauración no solo depende de las coberturas del rastrojo, sino de la sinergia con otras prácticas que se complementan para lograr recuperar las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo que se pierden por los procesos de degradación. En tal sentido, la no remoción del suelo, el manejo de rastrojos, los cultivos de cobertura, la rotación de cultivo, el manejo eficiente de nutrientes y los sistemas agroforestales son elementos técnicos claves para lograrlo. Lo importante es cómo adaptamos estas prácticas y tecnologías a los diferentes sistemas de producción con sus propias particularidades.
Un suelo cubierto es un suelo protegido. Un suelo protegido cuida mejor la siembra y la cosecha. Nuestra Madre Tierra es muy agradecida: si tiene más, nos da más y las coberturas nos dan más. ¿Nos animamos a ocupar los rastrojos y otras prácticas ASA?